domingo, 14 de febrero de 2016

Superar un trauma: de víctimas impotentes a supervivientes orgullosos

Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra y psicoanalista, ha sido la primera persona en Francia en interesarse en el fenómeno de la resiliencia. Hablamos de resiliencia cuando se ha producido un trauma y se ha recuperado tras él la capacidad de proseguir con algún tipo de desarrollo. No se trata de que el acontecimiento traumático se olvide, sino de que este ocupe un lugar en el psiquismo que no anule la capacidad de disfrutar y seguir creciendo. No por casualidad Cyrulnik se ha vuelto un estudioso del tema, con tan solo seis años escapó de un campo de concentración y perdió a toda su familia. Eran los tiempos de Hitler y su familia, rusos judíos emigrantes, sufrieron su persecución cuando Francia fue invadida. Huérfano a tan pronta edad, se vio obligado a recorrer centros y familias de acogida, y con ocho años fue trasladado a una finca agrícola que por poco hace de él un analfabeto. Pero contra todo pronóstico se convirtió en médico y en mucho más, en un hombre luchador y con ganas de vivir. Desde entonces se ha dedicado a estudiar cómo su historia es posible, porque Cyrulnik no es un caso aislado, muchos seres humanos trascienden sus tragedias y salen adelante.


Pero, ¿qué es un trauma? En primer lugar hay que tener en cuenta que algo se convierte en traumático no por sí mismo sino por el sentido que la persona le ha dado al vivirlo. De hecho cuando nos suceden cosas que no entendemos en absoluto, que no tienen ningún sentido para nosotros, las olvidamos. Esto explica que un mismo acontecimiento resulte traumático para unos y no para otros. Lo mismo sucede con lo que valoramos: para un muchacho abandonado el éxito escolar puede ser fundamental, porque lo vive como “reparación” u “oportunidad”; para otra persona su expediente académico puede no tener ninguna importancia; y para un “pandillero” ser buen alumno puede ser motivo de vergüenza. La sociedad, la familia, la religión, el grupo al que pertenecemos, nos enseñan a valorar o desvalorizar los distintos acontecimientos. Esto paralelamente posibilita que la persona vaya formando una representación de sí misma, porque somos el protagonista de nuestra propia novela, dependiendo de cómo nos contemos nuestra vida nos construimos como personaje.

El trauma es un acontecimiento que atraviesa nuestra barrera protectora y pone nuestro mundo patas arriba, no se entiende lo que está sucediendo, normalmente, antes siquiera de sentir dolor, lo que se percibe es una tremenda confusión. Por ello, es preciso que alguien ayude a la persona a hablar sobre lo que ha sucedido, para que pueda poner un poco de orden en su cabeza. Esto es fundamental, puesto que mientras la persona permanezca confusa, no podrá decidir nada, se encontrará absolutamente vulnerable y perdida. 

Como decíamos antes, el sentido que se de a un hecho traumático variará según la historia del individuo y el entorno que le rodee. Por ejemplo un niño puede padecer el maltrato de su madre sintiendo pena por “la pobre que no se puede controlar”, o fantaseando que la agresión depende de él y de cómo se comporte. De esta forma, se está protegiendo de la situación traumática, por un lado al sentir compasión por su madre, mantiene el lazo afectivo; por otro lado, al hacer depender el maltrato de su comportamiento, siente que él controla, y de esta forma, se defiende del pánico de sentirse impotente. En cambio, si este mismo niño confía en un adulto, o hace todo lo que puede para ser valorado, y aun así es maltratado, caerá en la depresión.

Cyrulnik en su libro “El murmullo de los fantasmas” habla sobre lo que es un trauma y lo que es necesario afrontar, pero incluso las personas que no han sufrido traumas se hallan ante un reto, en palabras del autor: “Solo tenemos un único problema que resolver, el que da sentido a nuestra existencia e impone un estilo a nuestras relaciones”. La desesperación del que ha sufrido un trauma puede superarse si conserva la admiración hacia alguna persona o grupo de personas que le puedan servir de modelo, si sobrevive la ilusión de encarnar algún ideal, de lograr algún objetivo que considere valioso. El deseo de permanecer vivo, de pertenecer a la humanidad, porque no se ha perdido la esperanza de amar y ser amado, es algo fundamental a la hora de afrontar el sufrimiento. Las personas heridas encuentran frecuentemente en las relaciones humanas su salvación, y no precisamente sintiéndose víctimas, sino todo lo contrario, ayudando a que otros no pasen por el infierno que ellos han vivido, o al menos evitando que lo pasen solos. Proteger al desvalido es uno de los deseos más sanos que puede desarrollar una persona que ha vivido intensas situaciones de desvalimiento, este deseo la hace fuerte y orienta las acciones de su vida.

Así, vemos que lo que permite reconstruirse después de un trauma es poder contar con un vínculo y con un sentido. Es decir, con al menos una relación dónde sentirse apoyado y con una “narración” coherente sobre lo que se ha vivido traumáticamente. La relación de apoyo puede darse fuera de la familia, de hecho es en la escuela donde la mayor parte de las veces los niños encuentran vínculos alternativos que les permiten crecer y sanarse. Así mismo, la sociedad en su conjunto, la cultura, pueden aportar oportunidades de superación o hundir definitivamente al individuo. En cuanto a la “narración”, esta es fundamental, por eso cuando algo traumático sucede el poder hablar de ello es crucial. La persona que ha sufrido un trauma no va a olvidarlo solo porque nadie lo mencione, muy al contrario, necesita ponerle palabras para aprender a manejar sus sentimientos, y encontrar la forma de dar un sentido a lo sucedido que le resulte más soportable. Para lograr esto la creatividad es fundamental: pintar, bailar, componer… pero sobre todo escribir. El artista modela lo que en su mundo interno es caótico, traduce los sentimientos para poder compartirlos. Crear un “relato” que pueda compartirse es volver a la vida, en el sentido de que se crea una vía de comunicación con los otros. Los supervivientes necesitan encontrar una manera de compartir lo que les ha sucedido, y para ello la comprensión del entorno es fundamental.

Como dice Boris Cyrulnik, la resiliencia no es una receta para la felicidad, sino que “Es una estrategia de lucha contra la desdicha que permite arrancarle placer a la vida, pese al murmullo de los fantasmas que aún se percibe en el fondo de la memoria”. Cuando los “fantasmas” asustan demasiado y no se sabe orientar la batalla, es fundamental buscar ayuda. Todos necesitamos aliados, lo último es darse por vencido.