viernes, 14 de septiembre de 2018

Amor y Esperanza


Ser querid@ es una de las más importantes necesidades humanas, las personas que han sufrido abandono son generalmente muy susceptibles y observadoras, suelen estar pendientes de los gestos del otro, buscando cualquier indicio que les pueda orientar en lo que más les preocupa: “¿soy aceptad@?”. El entorno es fundamental para aquell@s que han sufrido privaciones afectivas. Fuera de su hogar: en la escuela, la calle, el trabajo, con los amigos o con su pareja; tienen la oportunidad de aprender que pueden ser amad@s.



Sentirse amad@ o rechazad@ marca la identidad, preguntas como ¿quién soy yo para los demás?, ¿qué es valioso en mí?, ¿qué despreciable?... se responden de forma automática e inconsciente en los primeros años de vida. Es en la relación con nuestros cuidadores que creemos descubrir quién somos. Rebatir algunas respuestas y desautomatizar formas de estar con el otro que resultan dolorosas o inútiles, es un trabajo hecho de constancia y nunca se hace en solitario. Aprendemos a ser y sentirnos diferentes cuando encontramos personas que nos dan la oportunidad de ejercitar el cambio. Hay relaciones que “curan” y otras que “enferman”, para bien o para mal, nuestra identidad se moldea a través de ellas.

El problema es que algunas personas que han sufrido carencias afectivas han desarrollado mecanismos de defensa que les impiden tener nuevas experiencias que les demuestren que pueden esperar algo más de la vida. Es el caso de l@s que optan por la distancia emocional. Permanecer desinteresad@s por las demostraciones de afecto les ha permitido evitar la angustia de sentirse rechazadas, pero esto a su vez les impide crear lazos profundos y duraderos.

Por otro lado no todas las personas que han sufrido carencias afectivas son conscientes de ello. No haber sido suficientemente amado no tiene por qué provocar dolor, el dolor viene de la pérdida y ¿cómo se puede lamentar no tener algo que nunca se tuvo? Estas personas tienen otro tipo de síntomas que pasan más desapercibidos, uno de los más importantes es la desvitalización.

La pereza, el aburrimiento, la inconstancia, el desinterés por las relaciones sociales, el cansancio crónico, la inapetencia sexual, la indiferencia… Podríamos pensar que lo más grave que le puede suceder a alguien es sufrir intensamente, pero esto no es necesariamente cierto. Cuando ni siquiera se sufre con intensidad solo queda el vacío, y la sensación de vacío y apatía es muy dolorosa. Ante esto es frecuente que la persona busque algo que la “resucite” inmediatamente pero sin enfrentar su miedo a las relaciones afectivas, lo más común es recurrir a cualquier “intensidad” inmediata: las drogas, los enamoramientos consecutivos, el sexo compulsivo, las conductas de riesgo, la violencia…

El sentimiento de vitalidad proviene de sentirse querid@ dentro de relaciones estables, de sentirse cuidad@ y necesari@. Cuando no ha quedado más remedio que estar sol@, renegar de esto y generar una precaria sensación de seguridad basada en la independencia absoluta es sin duda la mejor opción, pero ¿durante cuánto tiempo?. Porque en algún momento, por decepcionad@ que se esté, es necesario volver a recuperar la fe en los demás.

Recuperar la esperanza es siempre un acto heroico, volver a creer que la vida y algunas personas merecen la pena, después de haber sido herid@, implica volver a arriesgarse. Tener esperanza significa apostar aun habiendo perdido y sabiendo que se puede volver a perder.