viernes, 20 de julio de 2018

La insoportable banalidad del mal

Gustav Doré

La mayoría de nosotros considera que las “malas personas” existen, pero raramente pensamos que formen parte de nuestro círculo más cercano. ¡Nosotros mismos desde luego no lo somos!, ¡y quizá no lo sea prácticamente nadie!..., todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras, nuestros malos momentos y nuestros "pecados". Así el concepto de “mala persona” cae en desuso, al fin y al cabo comprender al prójimo y ser capaz de relativizar poniéndose en el lugar del otro es un valor humano, y los psicólogos mismos nos encargamos de procurar su desarrollo. Entonces, ¿ya no existe “el mal”?


A mi modo de ver si prescindimos del concepto del mal la vida humana se desvirtúa y perdemos nuestra dignidad. Porque si no existe “hacer el mal” deja de existir “hacer el bien”, si no hay “malas personas” tampoco puede haber “buenas personas”, y si no existen los “villanos” nos quedamos de pronto sin “héroes”. Ahora que tanta falta nos hacen. Y me pregunto: ¿cómo se puede motivar a las personas a tener un comportamiento moral y arriesgado si no es para salvarnos del “mal”? 

Considero que “el mal” es sinónimo de destrucción y que, como decía Hannah Arendt, tiene una base ”banal”, con lo que resulta “sencillo”, ya que es más un dejarse llevar que un proponerse dañar. Su “insoportable banalidad” nos obliga a todos a hacer un esfuerzo constante de atención, reflexión y escucha, que no es otra cosa que luchar contra nuestra inconsciencia.

Me gusta pensar que mi trabajo está al servicio de “la lucha contra el mal”, ya que procuro ganarle algo a la inconsciencia. No trato a personas que disfruten del sufrimiento ajeno (en psicología esto recibe el nombre de perversión o sadismo), nuestro mayor problema no son los psicópatas ni los sádicos, es cierto que desgraciadamente entre nuestros líderes hay una cantidad escalofriante de ellos, pero entre la gente de a pie hay muy pocos de ellos. 

Erich Fromm (1900-1980) en su obra “El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal” nos dice: 

“El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico”

En este libro Fromm analiza los orígenes de la violencia y la destrucción en el ser humano, lo cual considera es la mayor amenaza para la supervivencia de nuestra especie. Así mismo nos habla de la pasividad que caracteriza al ser humano contemporáneo, y cómo tiene su origen en la identificación de este con los valores del mercado. Nos hemos convertido en consumidores eternos e insatisfechos, devoradores de un mundo y una humanidad cada vez más agotada. El individuo orientado a la producción y el consumo se siente único y libre, no sujeto a ninguna moral o líder visible, y sin embargo está más dirigido que nunca, ya que sus deseos son subliminalmente programados y su inteligencia está atenazada por un bombardeo constante de mentiras y vacuidades. ¿Y no es la pasividad un abono para la destrucción?
Francis Bacon

Así mismo Fromm considera que nuestro mayor peligro es convertirnos en “robots”, el sistema necesita de individuos obedientes e irreflexivos, pero perder la capacidad crítica es desubjetivarse, lo cual está en el fondo de la epidemia de depresión, suicidios y sinsentido vital que nos acosa. Este sufrimiento existencial nos vuelve destructivos y acerca nuestra alma al diablo… 

Qué difícil resulta entender los problemas de nuestro mundo, nos sentimos desorientados e impotentes, sin saber cómo juzgar las situaciones o qué posición tomar. Necesitamos al menos hacernos responsables de nuestras inconsciencias, no basta con no tener "mala voluntad", hay que tener la voluntad de tenerla buena y emprender iniciativas concretas que busquen el bien común, no solo el propio. Fromm en su obra “¿Tener o Ser?” nos dice: 

“Vivir correctamente ya no es una demanda ética o religiosa. Por primera vez en la historia, la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical del corazón humano” (...) “La avaricia y la paz se excluyen mutuamente”. 

Es muy fácil ser avaricioso inconscientemente, por ello siempre debemos preguntarnos si hacemos un uso responsable de nuestro poder, y tener en cuenta que cuanto mayor es este, mayor es nuestra responsabilidad. El “fuerte” debe cuidar del “débil”, el “sano” del “enfermo”, el “sabio” del “ignorante”, el “rico” del “pobre”… 

Los ricos y los poderosos no solo deben pagar más impuestos, sino que deben ser doblemente cuidadosos con sus acciones y decisiones, pues afectan al destino de la mayoría. Pongamos un ejemplo que se me presentó recientemente, un empresario lamentaba tener que declarar en quiebra su empresa y no poder pagar a sus trabajadores, alguien dijo: “no es una mala persona”, sin embargo no pensaba responder con su patrimonio y sí emplear el dinero que hiciera falta en abogados que pudieran librarle de sus deudas. Por descontado que su “patrimonio personal” era el producto de los beneficios que esa empresa ahora “quebrada” le había estado proporcionando durante los últimos años. ¿No es una “mala persona”?, quizá deberíamos preguntárselo a los trabajadores a los que debe varios sueldos, y a sus familias. Otro ejemplo, una persona sumamente adinerada hereda entre otras muchas propiedades un gran piso en el centro de Madrid y decide dividirlo en “viviendas” que no llegan a los 50 metros y con menos ventanas de las deseables para sacar un mayor beneficio con su alquiler. Esta persona no solo no necesita el dinero sino que vive en una casa de casi 500 metros también en el centro. ¿Es una “mala persona”? 

La inconsciencia siempre es interesada, en estos casos se llama egoísmo, pero debemos saber que lo que hacemos a los demás define quienes somos y nuestro destino.